Dejé de escribir en mi blog desde hace algún tiempo aunque las ganas siempre han estado. Año con año mi meta ha sido retomar, no lo he logrado. Aprendí que le he dado prioridad a otros proyectos y a otras personas, fuera. Ahora quiero volver adentro, sentir y no huir. Me siento bien en este momento. Como una piedrita en la cima de otras piedras, equilibrando para no caer. Así me parece que es la vida adulta, un constante acto de equilibrio.
Creo que la vida es maravillosa, un festín de emociones imparables. Un acto permanente de descubrimiento. Y aunque suene bastante optimista, este año, he experimentado la indiferencia, el egoísmo y el vacío interno (so Sylvia Plath). Me he esforzado en huir de esos sentimientos que me lanzan hacia un agujero negro y ahí he encontrado la clave, no aferrarme a que las cosas sean distintas cuando he hecho lo que he podido. Transitar la incomodidad, el miedo, la incertidumbre han sido aspectos que me han permitido crecer y días como hoy que van tranquilos, disfrutarlos.
He aprendido que el control que ejerzo en mis proyectos habla mucho del camino que tengo que deconstruir: pedir ayuda y dejar ayudarme. Sí, spoiler, el mayor obstáculo en mi camino, soy yo misma.
Me gusta este momento en que siento que hay una página en blanco porque he decidido borrar lo que no quería escribir más, ahora me encuentro quitando los restos de goma. Me vuelvo a emocionar poco a poco de las cosas, de la música, los viajes, los momentos. Qué dicha, no ha desaparecido mi esencia.
Además me siento sumamente feliz porque en mi camino se ha sumado un compañero de vida, gracioso, honesto y sensible. Lo descubro amigo, pareja y fuego. Somos dos leones generando puentes para atravesar este oceáno inmenso para no ahogarnos o peor, naufragar (la muerte qué... la espera infinita y la esperanza apagada).
Habitar el vendaval: Si bien enero lo comencé con miedo por la enfermedad de mi padre, marzo me reavivó pero me agotó de sentidos y me llenó de hastío. Mayo y junio me sofocaron con su calor, elecciones y toma de decisiones díficiles en el ámbito laboral. El verano me obligó a transformarme en hábitos y mirar hacia adentro a través de un esguince lumbar. Septiembre me mostró que puedo cumplir mis metas financieras y octubre... octubre es el mes cuando las hojas caen y las personas se enamoran, sin más.
Lo que dejó el vendaval 2024: honestidad e ironía. También, literatura. Comencé con El lugar donde crece la hierba (Luisa Josefina Hernández); La abadía de Northanger (Jane Austen); Antígona González (Sara Uribe) y la Cripta del espejo (Marcela del Río). Autoras mexicanas en su mayoría, me ayudaron a encontrar valentía para enfrentar este año.
He podido ver mis cadenas (y ahí va andando el camino para la liberación). Minimalismo ha sido el resultado y sueños habitados de mensajes/espejo. Fin.
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