Me pone triste que te vayas porque eres lo que me da fuerza y ánimo cuando llego a este lugar. Te extrañaremos y no sólo lo digo porque es adecuado decirlo, en verdad será así.
Por otro lado, gracias a ti hoy me encuentro con chamba, cosa difícil en un país donde el desempleo está a la alta. En mis años de facultad, nunca me imaginé con chamba, siempre tomaba aire e invocaba a las divinidades para encontrar una forma de sostenerme. Por lo menos creo que tendré trabajo hasta que decida entrar a un posgrado.
Hoy me has dicho que no me deje pisotear, que me agarre, que me ponga un poco diva. Me asusta pensar en esa persona. Pero me has dicho además que ya es necesario que a las jóvenes nos dejen de hacer de menos y que nos tomen en serio. Cuán de acuerdo estoy contigo. Jamás en la vida me había sentido discriminada hasta que entré a mi primer trabajo. En aquél trabajo me ponían a hacer cosas menores porque era lo adecuado para mí. Nunca chisté, aunque sí deseaba aprender, sin embargo las ganas de aprender se fueron conforme vi que aquel trabajo no era lo que buscaba. Después tuve la oportunidad de venir aquí, donde te encontré y donde estoy creciendo en muchos aspectos.
Empoderarse por ser mujer y todavía más, buscar el empoderamiento por ser joven. Romper con las relaciones de desigualdad y con las relaciones que no generan poder o que lo restan. Somos nosotros y somos nosotras quienes mantenemos esas relaciones. El mundo social no es más que una serie de interacciones que hemos creado y reproducimos tú, yo, ella, él, ustedes, ellas y ellos, el mundo. Segundo a segundo se tiene la oportunidad de redireccionar la forma en que habitamos este mundo. Decirlo parece fácil, cosa de voluntad y tan, tan, resuelto. Sé que no es así, un lado es voluntad, lo otro es el sistema que hace que no tengamos voluntad, ni sensibilidad, ni activismo. En fin, hoy sólo quiero gritar que: ¡Muerte al capital! ¡No más indiferencia! ¡2 de Octubre no se olvida!