jueves, 24 de junio de 2021

2021: año de tomar malas decisiones

 

La soberbia que se asoma a lo largo de estos años es aquella que me susurra al oído que he tomado buenas decisiones y que estoy lejos de las equivocaciones de la vida. Más bien debo decir que he estado en una tensión entre tomar mis propias decisiones y lo que otras personas me delinean. La primera decisión acertada fue venir a estudiar a Xalapa aunque cuando lo pienso, no fue una decisión propia tal cual, era ya una imposición de mi padre que yo acepté gustosa porque venir a la ciudad representaba aventura y el espejismo a una realidad mejorada o en todo caso el descubrimiento de algo incierto. Por otro lado, también era el ticket de salida de un hogar que pasaba dificultades y de abandonar las heridas emocionales románticoamorosas de secundaria (falso, la herida nunca se fue).

Sin embargo, este año he roto la dinámica. He tomado decisiones de manera impulsiva y en función de mi gozo. También le he dado rienda a mi descanso. Trato de pensarlo como la reparación de diez años atrás movidos e intensos. No ha estado mal, he ganado seguridad, espontaneidad y sentido del humor. Algunos aspectos negativos han sido la procrastinación, fácil desconcentración y resistencia a terminar los pendientes. Unas cosas por otras, Dios da y Dios quita.

Lo que francamente me parece jodido es que me está pasando factura el descanso en estos momentos y es que finalmente solo soy una mujer que tiene que seguir trabajando de manera intensa o de lo contrario, la precarización (¿o me estoy ejerciendo yo solita violencia simbólica porque no acepto que ya estoy en condiciones precarias?). Efectos del sistema económico que ayudo a reproducir. Las contradicciones que hay que sortear.

Eso sí, muy malas decisiones y todo pero las he tomado yo y eso francamente me da gusto. Hay algo de rebeldía en eso y bastante autonomía. Me hace recordar que la rebeldía y la autonomía estuvieron en aquél momento en que no decidí seguir el camino de la docencia como mi mamá y en cambio preferí estudiar sociología; o bien en el momento en que con firmeza decido no ser madre. Aun así, las decisiones para el caso de las mujeres que se salen del camino establecido, nos llevan a la exclusión y a la precariedad. Entonces, lo que me queda es la plenitud de ensayar mi camino. Saber que en cada decisión que tomo se repara (mínimamente) la deuda histórica que pesa sobre los hombros de miles de mujeres que les fue negado. Libertad de decidir mi rebeldía y de avanzar hacia la autonomía que me lleve a descubrir quién soy auténticamente lejos de las capas sociales impuestas de afuera. Afuera tú no existes, solo adentro